— “¿Jugamos al escondite?”
La intriga levanto las cejas intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, pregunto:
— “¿Al escondite? ¿Y como es eso?”
— “Es un juego, explico la locura, en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar de uno hasta un millon mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes al que encuentre ocupara mi lugar para continuar el juego.”
El entusiasmo bailo secundado por la euforia, la alegria dio tanto saltos que termino por convencer a la duda, e incluso a la apatia, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar: La verdad prefirió no esconderse, ¿para que?, si al final siempre la encontraban; y la soberbia opino que era un juego muy tonto pero en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido suya; y la cobardia, la cobardia prefirio no arriesgarse.
— “Uno, dos, tres,...”. Comenzó a contar la locura.
La primera en esconderse fue la pereza que, como siempre, se dejo caer tras la primera piedra del camino. La fe subio al cielo y la envidia se escondio tras la sombra del triunfo que, con su propio esfuerzo, habia logrado subir a la copa del arbol mas alto.
La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecia maravilloso (para alguno de sus amigos): que si un lago cristalino, ideal para la belleza; que si la rendija de un arbol, perfecto para la timidez; que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la voluptuosidad; que si una rafaga de viento, magnifico para la libertad. Asi que termino por ocultarse en un rayito de sol.
El egoismo, en cambio, encontro un sitio muy bueno. Desde el principio lo encontró ventilado, comodo, eso si, solo para él.
La intriga levanto las cejas intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, pregunto:
— “¿Al escondite? ¿Y como es eso?”
— “Es un juego, explico la locura, en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar de uno hasta un millon mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes al que encuentre ocupara mi lugar para continuar el juego.”
El entusiasmo bailo secundado por la euforia, la alegria dio tanto saltos que termino por convencer a la duda, e incluso a la apatia, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar: La verdad prefirió no esconderse, ¿para que?, si al final siempre la encontraban; y la soberbia opino que era un juego muy tonto pero en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido suya; y la cobardia, la cobardia prefirio no arriesgarse.
— “Uno, dos, tres,...”. Comenzó a contar la locura.
La primera en esconderse fue la pereza que, como siempre, se dejo caer tras la primera piedra del camino. La fe subio al cielo y la envidia se escondio tras la sombra del triunfo que, con su propio esfuerzo, habia logrado subir a la copa del arbol mas alto.
La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecia maravilloso (para alguno de sus amigos): que si un lago cristalino, ideal para la belleza; que si la rendija de un arbol, perfecto para la timidez; que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la voluptuosidad; que si una rafaga de viento, magnifico para la libertad. Asi que termino por ocultarse en un rayito de sol.
El egoismo, en cambio, encontro un sitio muy bueno. Desde el principio lo encontró ventilado, comodo, eso si, solo para él.